
¡Oh color!, tú que alumbraste
la palida programación
de nuestra televisión
que siempre fue pobre y asqueante;
sin pensar colaboraste
a que la gran mayoría
de la población argentina
no vaya para adelante
y retroceda en demasía.
¿Por qué tanta algarabía
si antes también se podía
encender el aparato
y observar, después de un rato,
cómo la Mirtha almorzaba,
la tele nos informaba
y Neustadt interrumpía
con comentarios que hacía
siempre en favor del Gobierno,
cualquiera fuera el que estaba.
¡Oh color!, tú que trajiste
tan magno brillo que viste
la siempre oscura pantalla,
que trae a nuestros hogares
el drama que te emociona,
la violencia que desmaya,
el fútbol que conmociona,
también el show que deslumbra.
¡Oh, TV! no tenés dueño,
vale todo en tus programas,
sin movernos de la cama
bailamos todos por un sueño;
Marcelo, mientras, se ríe
y en medio de tanto alboroto
embolsa unos cuantos millones:
¡Qué buenos los productores
ellos piensan por nosotros!
Mas siempre la misma penumbra
nuestra TV rodeará,
no le pida pensamiento
ni le exija calidad:
por más cosas que le agregue
será siempre, no lo niegue,
¡una gran calamidad!
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